Estos días algunos se han dado cuenta de que los docentes, o aquellas personas con un título debajo del brazo que, supuestamente, les acredita “algo”, somos personas. Se han asombrado de que el nivel del debate en las redes sociales sea el mismo que puede darse, por ejemplo, en un bar, en unas obras o, simplemente, en el Congreso de los Diputados. Es que, a veces, algunos pretenden ser lo que no son. Y todos, queramos o no, somos personas, nos dejamos llevar por nuestros sentimientos y somos capaces de sacar lo mejor y lo peor. No hay excepciones. Nadie se libra de ser humano. Bueno, nadie que sea humano claro está.
A mí hoy me vais a disculpar por no seguir mencionando cosas que suceden en las redes sociales entre docentes y allegados, si Juan se enfada con Pedro, a Irene le da un subidón o, simplemente, si hay algunos que buscan causas a qué está sucediendo. La verdad es que es lógico que sucedan ciertas cosas. Especialmente cuando es, como he dicho en más de una ocasión, más cómodo que acudir al psicólogo. Y mucho más barato. Joder, si solo hace falta leer los medios, escuchar la radio o determinadas tertulias. Bajémonos del guindo de una vez. Somos carroñeros del discurso. Y nos gusta, aunque nos creamos superiores al debate, convertirnos en héroes virales por un día. Algo que permiten las redes que han hecho que, a día de hoy, alguien con un móvil pueda creer estar al mismo nivel que un ingeniero nuclear hablando de centrales nucleares. O que dos ingenieros nucleares se peguen en las redes porque uno piensa que la central debería estar pintada de turquesa y otro de blanco.
Hay vida más allá del veganismo, el clichetismo o la necesidad de postularse como nuevo gurú de algo. Algunos tenemos ganas de seguir escribiendo sobre temas educativos o reflexiones personales sin que nadie, por el simple hecho de ser alguien registrado en una red social, con altavoz mediático o, simplemente, con problemas personales de diferente calado (todos tenemos los nuestros), vaya vociferando por aquí y por allí, captando nuevos altavoces que amplifican su discurso, relato o enfado.
Voy a ducharme, tomarme el Adiro preceptivo y coger el coche para irme a currar un rato. Y mañana, seguramente, siga escribiendo de investigaciones que van llegando a mis manos, reflexionando en voz alta sobre educación o, simplemente, convirtiéndome puntualmente en un energúmeno más que, por contagio, creo que debe darse importancia a cosas que no las tienen porque los hunos (no sobra la hache) o los otros han empezado a darse de hostias. Algo que hace prácticamente imposible aislarse del barrizal o que, sin comerlo ni beberlo, te tiren dentro del mismo y al estar dentro, si quieres salir, no te dejan ninguna otra opción que intentar no resbalar mucho para salir sin que te caigan, por lugares que no puedes controlar, todas las galletas del mundo mundial.
Me vais a disculpar, pero voy a seguir con lo mío. Eso sí, por favor os pido, que hoy no me metáis en algún embolado de los vuestros del o en el juego del ¡y tú más! O, al menos, intentad ser buenos y si me queréis algo, no me enviéis ningún mensaje informándome de ello. Ojos que no ven… Por cierto, ya si eso, mañana lo vamos viendo. Bueno, si me lo dejáis para la semana que viene, mejor.
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Buenos días, Jordi.
Agradezco mucho que compartas tus reflexiones e investigaciones: me resultan interesantes y útiles y tocan temas valientes, de actualidad y de importancia. Y algo que me encanta es que procures aportar datos científicos e información verificable.
El problema es que los trolls existen y que cuando alguien señala en cierta dirección prohibida habrá un ejército señalando la mano y no al elefante. Esto funciona así porque ante la crispación se ofrece la salida de la equidistancia: o sea, aquí no ha pasado nada, circulen. El elefante está a salvo.
En resumen: la realidad es la que es, y nos guste o no, en casos concretos no queda otra que escribir entre líneas, y ciertas referencias hay que darlas de forma indirecta: por ejemplo, enlace a un hilo apuntando a un mensaje interesante pero lateral, y entrecomillados para que el que tenga interés pueda usar el buscador de texto del navegador.
Y muchas gracias por seguir a lo tuyo. 🙂
Cuando alguien señala la Luna, el necio mira el dedo.