La comunidad educativa 2.0 es un bluf

Llevo unos meses en los que, por motivos laborales, he podido prestar poca atención a las redes educativas. Bueno, salvo cuando he echado un vistazo a algunas, relacionadas directamente con el proyecto en el que estoy metido. Y, sinceramente, lo único que me demuestra este vistazo rápido es que, salvo excepciones, el empeoramiento de la comunidad educativa 2.0, tanto en referencia a la calidad de los contenidos compartidos o a las ganas de echar una mano, está desapareciendo a marchas forzadas. En la actualidad es raro ver una proporción 1:100 (uno comparte y ayuda desinteresadamente, mientras 99 se dedican a aprovecharse de los demás, a aumentar su ego o, simplemente, a desarrollar sus frustraciones personales en redes que permiten un mayor o menor número de caracteres). Una proporción que cada vez va a peor porque, desde la irrupción de determinados personajes y personajillos, más interesados en vender su marca personal, sus libros o sus “sombreros”, que en colaborar para la comunidad, se ha roto la baraja para muchos.

Todos sabemos que los grupos de amigos generados artificialmente se rompen. Más aún los que se han generado/tejido mediante las redes sociales. Hay gente a la que solo le ha importado medrar y otros que están en ello. Hay quienes dejan de tener discurso técnico, para convertirlo en discurso ideológico. Hay también, aquellos que tienen un síndrome de Diógenes, tanto de acaparar recursos educativos y frases grandilocuentes, además de necesitar un guía espiritual porque, no se sabe el motivo, se ven incapaces de reconocer su mérito. Y el mérito de estar en un aula no es comparable al mérito de nadie que podamos decir desde fuera de ella perogrulladas o hilvanar discursos más o menos grandilocuentes. Éste es mi tercer año de desertor de la tiza y, sinceramente, me veo incapaz de ponerme en la piel de aquellos que están sufriendo la pandemia en silencio. Dar clase desde marzo no es como darla antes. Por eso me preocupan aquellos que solo dan consejos, sentando cátedra, desde lugares alejados del asunto. Por cierto, esto vale para todos aquellos que juzgan o hemos juzgado decisiones que se han tomado en otros lugares. Es bueno conocer lo que sucede dentro del aula y fuera de ella. Cambian planteamientos. Cambian maneras de entender las cosas. Te obligas, si abres los ojos, a reflexionar acerca de muchas cuestiones.

Estamos a punto de encarar el final del 2020 y, por desgracia, nos hemos cargado una comunidad educativa 2.0 que empezó con fuerza hace algo más de una década, con la irrupción de Twitter, los blogs educativos, los encuentros informales, etc. Una comunidad que, al final, nos la hemos cargado entre todos. Sí, se la empezaron a cargar aquellos que la usaron como plataforma para vender sus libros o sus charlas, hasta llegar a la situación actual en la que, cuatro se disputan al auditorio, mientras millones de personas (alumnos, docentes y familias, amén de cualquiera relacionado directa o indirectamente con la educación) intentan hacer lo mejor para sobrevivir en el mundillo educativo. No existen ya blogs de reflexión educativa. No existen propuestas educativas. No existe nada que no pase por unos corsés que nos han marcado mediáticamente porque, vamos a ser sinceros, el modelo McDonalds, con fiestas de cumpleaños a 10 euros, en el que cuatro gestionan la multinacional, unos cientos venden hamburguesas de mala calidad y, demasiada gente acude a ese modelo alimentario de comida rápida y hambre permanente, es un mal modelo. Eso sí, parece que casi nadie quiera salir de él.

Podemos difundir en las redes cualquier cosa, hablar de la potencia de la comunidad educativa o, simplemente, jugar a metodologías activas, pasivas o indeterminadas. El problema fundamental es que todo, al menos tal y como se está planteando en la actualidad, mediante una pirámide muy fácil de dilucidar a poco que alguien quiera verla, es un bluf. Algo que, en un principio tenía mucho prestigio para todos y que, en la actualidad, después de las expectativas creadas, a mí me ha decepcionado. Quizás es que el modelo comunidad en educación nunca ha funcionado. Quizás es que, como sucede en otros ámbitos, prima más lo individual que lo colectivo. Quizás es que me estoy haciendo mayor y he visto cosas, en mis 22 años relacionados directamente con la educación, gracias a unas redes que ahora cuestiono pero que me dieron mucha vida en su momento, que vosotros no creeríais. He visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Todos esos momentos ya se han perdido.

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