Ayer fui a cenar con una de las mejores personas que conozco. De esas con las que te cruzas de casualidad y, por caminos insospechados, acaban convirtiéndose en alguien muy especial. Además, esa persona es una de la que, al menos para mí, tiene las ideas más claras sobre muchas cosas y sabe transmitirlas. Sin olvidarme, claro está, de su faceta como muso en varias ocasiones de cosas que escribo por aquí.

Hoy querría, aparte de agradecerle estar ahí (sé que me lee, a diferencia de mi mujer), agradeceros a todos los que después de pasaros por aquí, habéis decidido perder una parte de vuestro valioso tiempo dejando un comentario en el blog o en las redes sociales. A los que me ayudáis a cuestionarme mis planteamientos con vuestra crítica siempre constructiva y, en ocasiones, difícil de asumir porque obliga a replantearte muchas cosas. A vosotros, a los que pensáis igual que yo. A vosotros, que pensando diferente, sois capaces de ejercer un diálogo para exponer vuestros puntos de vista.

Este lugar ya he dicho en más de una ocasión que es una casa en la que tenéis cabida todos. La gestiono y escribo como me apetece, pero ello no implica que no agradezca muchísimo que haya miles de personas que estéis, diariamente, interesados en lo que tengo que decir. Incluso que sea para ponerme a parir, realizar críticas ad hominem sin mencionarme en las redes sociales o, simplemente, para reflexionar acerca de lo que escribo. Además, como he dicho antes, ese feedback que me dais, siempre acaba siendo positivo para mí porque me obliga a repensar en si lo que plasmo aquí tiene o no más validez de la que le doy en mi cabeza.

Ya os he dicho en más de una ocasión a algunos que seguiría escribiendo aquí aunque no me leyera nadie. Que esto no es un mecanismo de promoción personal ni para hacer negocio. Claro que me gusta el dinero. Supongo que como a todos. Otro tema es que haga ciertas cosas por dinero, pero lo único que estoy haciendo por dinero es trabajar. E intentar trabajar dando lo mejor que sé porque, al final, no me sale hacerlo de otra manera. Me han educado así y las experiencias vitales que he ido acumulando me han llevado a ello.

También debo agradeceros, especialmente a los que tenéis perfiles en las redes sociales, escribís sobre educación en otros lugares o me enviáis correos electrónicos o mensajes para sugerirme temas sobre los que puedo escribir, la inspiración que me dais sobre ello. No es fácil escribir a diario. Y sé que en muchas ocasiones me repito o repito argumentos pero, como he dicho siempre, hay argumentos que deben repetirse para que acaben calando. Lo sé. Esto ha sonado un poco prepotente. Nada más alejado de ello. Sé que lo que escribo aquí es solo lo que piensa un docente y no tiene más repercusiones que las lógicas en el contexto en el que se da el redactado. Eso sí, algunos se enfadan mucho conmigo por lo que escribo. Algo que no entiendo porque, si no te gusta lo que escribo (o te pone de tan mala leche porque te toca ciertos planteamientos que no quieres que te toquen), es tan fácil como no leerme.

Muchas gracias. No por seguirme o interactuar conmigo en las redes sociales, no por darme feedback, no por darme inspiración,… simplemente por estar ahí. Un estar ahí que engloba, en ocasiones, lo que he escrito hoy. Me siento, aunque no os lo creáis, muy bien acompañado por vosotros. Un abrazo.

Os recuerdo que tenéis un canal de WhatsApp (aquí), en el cual no compartís ningún dato personal (no, no se comparte vuestro número teléfono, ni tampoco vais a ver el mío), en el que podéis recibir todos los artículos que estoy publicando y que, además, tenéis la posibilidad descargaros mis libros en formato digital, a partir de cero euros, desde aquí.


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