Nunca me imaginé al empezar en esta profesión (por azar y sintiéndome desde el primer día un docente vacacional) que acabaría gustándome tanto. Nunca me imagine tampoco que a los pocos años de trabajar en ella ya estaría en un equipo directivo, en el que tocaba aprender sí o sí ciertas cosas en tiempo récord. Y ya no digo el haber trabajado, sin ningún tipo de contacto (creo que me explico), en la Conselleria de Educación de mi Comunidad de adopción. La verdad es que, con la experiencia adquirida, estoy en mi mejor momento profesional. Ya no es solo a nivel de conocimientos de mi asignatura. Hablo a nivel de capacidad y voluntad de trabajo. Más aún después de tener siempre una espada de Damocles en mi cabeza que, por desgracia, cada cierto tiempo, de forma muy poco planificada e intuida por la bola de cristal que uso cada mañana, me hace pasar, o bien por quirófano o bien por la UCI. Es lo que tiene estar mal hecho o haberme tocado demasiados números en una lotería a la que alguien jugó por mí.

A los dos meses en el que el Secretario Autonómico, dentro de las atribuciones inherentes a su cargo, dijera que no me renovaran (o, mejor dicho, me ha incentivado a irme por motivos extraprofesionales) y, supuestamente me haya vetado en muchos sitios, es cuando más cuenta me he dado que tengo mucho que agradecer todo lo que he aprendido. No solo lo que he aprendido estos tres últimos cursos en la Conselleria. Lo que llevo aprendidos estos veinticuatro años, más de veinte en el aula, de alumnado, compañeros (presenciales o virtuales) y la madurez que he podido adquirir. Ahora soy capaz de gestionar el currículo de mi asignatura y la mayor parte de la tecnología que pueda necesitarse en el aula e hilvanar, desde páginas web hasta entornos de formación. La verdad es que no puedo sentirme más orgulloso profesionalmente de mi mismo. Claro que me falta mucho por aprender. Pero, a día de hoy estoy muy satisfecho de todo lo que he hecho a nivel global. Y muy agradecido a todos los que me han dado la oportunidad y me han ayudado a mejorar. Incluso, como he dicho antes, a los que actualmente me estén intentando perjudicar laboralmente. No lo hacen. Y, como he dicho siempre, prefiero llevarme lo bueno que lo malo de todo lo que ha ido sucediendo en mi devenir profesional, porque sé distinguir lo profesional de lo personal. Ojalá lo hiciera todo el mundo.

Otra cuestión es que mi mejor momento profesional se combine con una situación que hace que, por desgracia, deba de plantearme tomar determinadas decisiones. Las revisiones médicas son, en mi caso, imprescindibles. Y por ello quizás me quede menos profesionalmente de lo que podría dar. Además, he de reconocer, que la administración educativa no lo pone fácil. Prefiere tener a gente en su mejor momento profesional en el banquillo. Nunca he entendido los porqués de lo anterior. Pero bueno, quizás es que a algunos de los que gestionan el entramado les es más fácil eso que dar alternativas a sus trabajadores para que sigan haciendo lo que mejor saben hacer.

Tengo algunos proyectos, como bien sabéis los que os pasáis por aquí, para el curso que viene. Hay cosas con las que me he comprometido que, pase lo que pase, voy a seguir haciendo para echar una mano a gente que confía en mí. Estoy decidido a estrujarme profesionalmente, siempre respetando horarios. Es que ser un buen profesional consiste en hacer el máximo respetando su jornada laboral. Eso sí, tengo una puerta que cada vez está más abierta. Y quizás haya llegado, o se esté acercando, el momento de cruzarla. Muy satisfecho siempre de todo lo que he hecho. Al igual que también lo voy a estar si, en algún momento, decido cruzar esa puerta y dedicarme al cultivo de la chufa. Creo que, salvo a nivel de gestión doméstica (que soy un desastre), me gusta darlo todo en lo que empiezo y hago. Además, como he dicho al principio, ser puntualmente docente no me genera ningún virus en mi torrente sanguíneo que me impida dejarlo cuando quiera.

Ahora estoy de vacaciones. Ese momento en el que estoy haciendo cosas que me gustan. Y, como he dicho siempre, esto es más una bitácora personal que otra cosa. Lo que pasa es que en lugar de tenerla en papel, la publico en abierto. Ganaría seguramente con una cuenta de Instagram poniendo mis apolínea figura un día tras otro. Seguramente lo petaría en esa red social. Lo siento. Mis lorzas solo se disfrutan frente a una horchata. Y solo por los que saben ganárselo porque, a diferencia de la profesión, en la vida personal uno (tanto en versión analógica como digital) decide con quién le apetece sentarse y charlar.

Me gustaría aclarar un detalle de este post por si alguien busca lo que no es… se trata de una simple reflexión personal subjetiva acerca de mi faceta profesional como docente. Solo eso. Y que, en mi opinión, esté en mi mejor momento profesional, no implica que no puedan salirme churroclases el curso que viene o que, en caso de los otros proyectos, salgan mal. La docencia es una profesión en la que intervienen personas (cada una con su mochila a cuestas) y eso la hace imposible de controlar.


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