Desde que se han conocido los informes PISA se han dado dos tipos de reacciones: los que saben que la educación no va bien y los que, como siempre, echan balones fuera o expresan su rabia porque, de nuevo, sus postulados educativos hacen aguas. El problema es que estos últimos, totalmente desquiciados, echan la culpa de los resultados a factores que, como sucede siempre, no son culpa suya.

En estos días, naufragando por las redes sociales, me he encontrado personajes cuya máxima ha sido echar toda la culpa a los inmigrantes, a la formación de los docentes o, simplemente, a la incapacidad de trabajar por competencias. Todos ellos retroalimentándose con sus acólitos que, curiosamente y sin querer reconocer que lo que llevan defendiendo años está haciendo mucho daño a nuestro alumnado, siguen totalmente idos enrocándose en sus barbaridades pedagógicas. El problema para ellos es que se les empiezan a ver las costuras de sus argumentos. Bueno, más bien no tienen argumentos.

No se puede ser un talibán de la educación. No se pueden defender determinados experimentos que, cada vez que se prueban y en todos los países que se han aplicado, han sido un auténtico fiasco. Reinventar la rueda no tiene sentido. Lo que tiene sentido es arreglar un pinchazo, buscar las mejores ruedas para el vehículo o, simplemente, intentar realizar un mantenimiento adecuado de las mismas. El problema es que algunos no lo entienden. O quizás sí que lo entiendan pero ese entendimiento no les permite, o bien mediatizarse, o bien ganar pasta con ello.

Hay una panda de iletrados, que jamás han leído un solo libro en los últimos años (ya no digo ninguna investigación educativa), se ponen a impartir religión educativa. Todos en sus centros de trabajo tienen un montón de compañeros que no lo hacen bien. Ellos sí. Es que no había visto tanta desfachatez en años. Bueno, sí que la había visto, pero que haya ese tipo de personajes, con nombre y apellidos, que hablen de sus compañeros como lo hacen, es para hacérselo mirar. Más que nada porque las ideas que defienden son totalmente contraproducentes para el alumnado.

A mí me gustaría que la educación mejorara a todos los niveles. Me encantaría que hubiera habido determinados experimentos pedagógicos que llevaran a nuestro alumnado a una nueva ilustración. El problema es que no ha sido así. El problema es que, además de no haber sido así, esos experimentos han empeorado lo que saben nuestros alumnos. Claro que han mejorado los datos de abandono escolar y de titulación pero, ¿a cambio de qué? ¿Vale la pena ese maquillaje de resultados? ¿Beneficia realmente a la sociedad? Bueno, vamos a lo relevante, ¿beneficia al propio alumnado?

La verdad es que reconozco que nadie, salvo cuatro que estamos muy mal, se ha leído PISA en su totalidad. Yo no lo hice en el momento en el que escribí mi opinión acerca de esos resultados. Ahora ya puedo decir que me he leído y revisado el informe completo. junto con toda la letra pequeña. Y que lo he entendido, con todos los matices que puedan ponérsele. El problema es que algunos ni se lo van a leer nunca. Es lo que tiene opinar desde determinadas redes sociales o impartir doctrina a otros compañeros desde tarimas criticadas cuando las usan otros. Es lo que tiene ser dioses iletrados. Es lo que tiene, a falta de argumentos, pedir argumentos a los demás.

Hay mucha gente zafia que habla sobre educación. El problema es que a algunos, no se sabe porque motivo, se les ha puesto la etiqueta de expertos. Y no tienen ni pajolera idea.

Por cierto y antes de finalizar… no es nada fácil realizar cambios, a nivel legislativo, sobre educación. Podemos proponer miles de medidas y exigir que se cumplan inmediatamente pero, por desgracia, la administración educativa, que debe seguir siendo garantista y legalista, debe seguir unos trámites antes de proceder a realizar cambios de calado. Lo único que espero es que ya estén trabajando en ello y que hagan lo contrario de lo que han hecho algunas Comunidades en estos últimos tiempos. Va, ya que queréis un ejemplo. Para hacer las cosas bien en educación solo hace falta que las administraciones educativas hagan lo contrario de lo que han hecho en Cataluña en estos últimos veinte años. Ya veis si es fácil.

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