Esta mañana he llegado a mi lugar de trabajo y me he encontrado, cual operarios de demolición, a un grupúsculo de compañeros, encabezados por un miembro del equipo directivo, desmontando la biblioteca escolar. Bueno, más bien procediendo a su último derribo porque, al igual que muchas bibliotecas escolares, por culpa de la necesidad de espacio, se han ido arrinconando y cuando no, como ha sucedido hoy, dando sus últimos estertores.

Que un centro educativo prescinda de su biblioteca escolar, tire sus libros a los contenedores de basura y lo haga, por la presión de necesitar espacios u otros motivos, es algo que no me cabe en la cabeza. Los templos del saber convertidos en un auténtico esperpento. Es que tan solo falta hacer una pira con los restos de todos esos libros que, por lo visto, han dejado de ser útiles en el siglo XXI.

Hoy he sentido impotencia. Impotencia al ver como un microejército de docentes procedían a retirar las estanterías para que se las llevaran al ecoparque. Impotencia al ver como la cultura, almacenada en libros, iba desapareciendo. Me ha dado la misma sensación que ver el abandono de los mayores en las residencias durante la pandemia como si fueran seres prescindibles. Una sensación muy desagradable que he pagado, quizás con quienes menos merecían haber recibido mis gritos. O quizás sí. He llegado a unas alturas de mi vida en la que cada vez comprendo menos cosas.

Seguro que soy un exagerado. Seguro que las bibliotecas escolares deben ser sustituidas por pantallas multicolores y luces estroboscópicas. Seguro, me diréis más de uno, lo que pasa es que soy un rancio que añoro tiempos de fusta y látigo. O, incluso, habrá más de uno que no entenderá que existan bibliotecas donde puedan consultarse enciclopedias que todavía hablan de la existencia de la URSS o de Yugoslavia. Será eso.

No entiendo el mundo que me rodea. No entiendo la facilidad de deshacerse de la cultura. No entiendo que haya gente que manche un cuadro con pintura para luchar contra el cambio climático. No entiendo que haya personas que cuestionen un texto o una canción, descontextualizando el momento en el que se escribió o tuvo su éxito. La verdad es que prefiero no entender nada.

Hoy me he ofuscado con la situación. Y, sabéis lo que he sacado de ello… el darme cuenta de que hay cosas que jamás volverán a ser como antes. El problema es que no me gusta hacia donde van ciertas cosas. Pero qué sabré yo. Soy un simple dinosaurio, aunque no haya cumplido todavía los cincuenta, en extinción.

Otra biblioteca escolar más que muere. Cuando haya desaparecido la última, quizás nos pongamos a actuar. O quizás no. Quién sabe. El mundo seguirá girando.

Actualización con la normativa que afecta a las bibliotecas escolares

Como estoy haciendo en los últimos artículos, voy a referirme a la normativa que rige la existencia de las bibliotecas escolares. En el artículo 113 de la Ley orgánica 2/2006 de Educación, de 3 de mayo, modificada por la Ley orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, se establece lo siguiente: 

Artículo 113. Bibliotecas escolares.
1. Los centros de enseñanza dispondrán de una biblioteca escolar.
2. Las Administraciones educativas completarán la dotación de las bibliotecas de los centros públicos de forma progresiva. A tal fin elaborarán un plan que permita alcanzar dicho objetivo dentro del periodo de implantación de la presente Ley.
3. Las bibliotecas escolares contribuirán a fomentar la lectura y a que el alumno acceda a la información y otros recursos para el aprendizaje de las demás áreas y materias y pueda formarse en el uso crítico de los mismos. Igualmente, contribuirán a hacer efectivo lo dispuesto en los artículos 19.3 y 26.2 de la presente Ley.
4. La organización de las bibliotecas escolares deberá permitir que funcionen como un espacio abierto a la comunidad educativa de los centros respectivos.
5. Los centros podrán llegar a acuerdos con los municipios respectivos, para el uso de bibliotecas municipales con las finalidades previstas en este artículo.

Por tanto, los centros que están desmontando sus bibliotecas escolares o repartiendo sus libros por el centro, están incumpliendo una Ley Orgánica. 

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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