He tenido que revisar de nuevo el uso del prefijo anti- porque, por desgracia, siempre me olvido de si va unido a la palabra siguiente con o sin guion. Por lo visto, el uso adecuado es unirlo sin guion, salvo que la palabra a continuación empiece por mayúscula (fuente). Así pues, otro recordatorio más, que implica más conocimiento especializado de ciertas cosas.
Pues bien, esta búsqueda la he podido hacer en unos pocos minutos, buscando en fuentes oficiales (la RAE), mediante el acceso a esa fuente con un dispositivo tecnológico conectado a internet. Y ello me lleva a plantearme si realmente interesa convertir el uso de la tecnología en un campo de batalla, con la aparición últimamente de un bando antipantallas (en contraposición a un bando partidario de pantallizarlo todo), o hablar de un modelo de digitalización inteligente.
Tengo muy claro que la introducción de pantallas en los centros educativos debe hacerse de forma mesurada. Que no tiene ningún sentido, en etapas de Infantil y primeros cursos de Primaria, introducir tecnología como si no hubiera un mañana. También sé que todas las investigaciones hablan de que un aprendizaje inicial de lectoescritura es mejor en papel que mediante la pantalla. Eso es lo que dicen los estudios que tenemos actualmente pero, ¿lo anterior es motivo para desterrar las pantallas de las aulas? ¿No podemos hacer que coexistan, a partir de unas ciertas edades, dispositivos tecnológicos con herramientas en papel? ¿Debemos hablar de la tecnología como algo adictivo y que, por ello, se debe desterrar del aula, o debemos aprender a convivir con una tecnología usada de forma racional?
Los valores absolutos en educación me preocupan. Me preocupa, salvo que el perjuicio para el alumnado sea flagrante, prohibir ciertas cosas. Ello no implica que no esté a favor de la prohibición de los teléfonos móviles en las aulas. También estoy a favor de la necesidad de desterrar un modelo de pantallización que implique la distribución de un portátil (o una tablet) por alumno. No son modelos, como he dicho antes, de digitalización inteligente porque, el dispositivo, al igual que tantos otros en nuestra vida cuotidiana, va a depender del uso que le demos. O del control o no que podamos hacer de los mismos a determinadas edades.
Ayer leí a alguien en las redes sociales que ponía un estudio en el que decía que «se incrementaban los casos de déficit de atención con el uso de pantallas». El problema es que después busqué el artículo y decía que, un consumo prolongado de consumo de elementos multimedia, especialmente a ciertas edades, podía desembocar en trastornos ulteriores. Ya veis que no tiene nada que ver el tuit con la realidad del estudio. En ocasiones, por desgracia, nos gusta reafirmar nuestras creencias o nuestro discurso y, por desgracia, no siempre la realidad coincide exactamente con lo que queremos que sea.
Nunca me han gustado los bandos en educación. Ni, salvo casos puntuales, las posturas maximalistas. Yo creo que en pleno siglo XXI es imprescindible la existencia de elementos tecnológicos en los centros educativos. Además, estoy convencido de que disponer de herramientas tecnológicas, que faciliten (¡esto es clave!) el trabajo de alumnado y profesorado, además de mejorar la comunicación con las familias, es imprescindible.
Poner puertas al campo es complicado. Racionalizar el uso de la tecnología en los centros educativos, cuando se nos está yendo de madre, es imprescindible. Pero de ahí a apostar por un modelo que excluya esos medios digitales de las aulas va un largo trecho.
Entiendo que, por motivos de despiporre digital, algunos se hayan pasado al bando de los antipantallas. Yo mismo defiendo últimamente la necesidad de racionalizar su uso e, incluso, de limitar ciertos dispositivos. Pero de ahí a convertirnos en puristas de la escritura cuneiforme va un largo trecho.
En el aula debe haber los mejores recursos materiales para nuestro alumnado. Y el profesorado debe disponer de las mejores herramientas para transmitir su conocimiento. Ahí entran, tanto la posibilidad de uso de libros de texto como el uso de elementos multimedia. Yo quiero libros, pantallas y que se deje trabajar al profesorado porque, al final, la clave es dejar trabajar a los profesionales que, a la postre, son los que más saben y mejor conocen a su alumnado.
¿Políticas educativas que limiten la posibilidad del mal uso de tecnologías y defiendan la privacidad del alumnado en la nube? Sí. ¿Eliminación de lo digital de nuestras aulas? Pues va a ser que no. Un no que no tiene nada que ver con la necesidad de un modelo, repito, de digitalización inteligente.
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