Del PLE a la cámara de eco

Recuerdo hace algunos años en los que irrumpió con fuerza el uso de redes sociales (especialmente Twitter) entre docentes y personas relacionadas con la educación, la difusión de dos conceptos: el claustro virtual y el PLE.

En el primer caso se hablaba de una gran comunión espiritual, tipo grupo de falangistas o trotskistas trasnochados, que se reunían en Twitter para hacer sesiones maratonianas de autoayuda. Es que, por lo visto, algunos vivían al margen de su centro educativo y necesitaban ese apoyo constante porque, siempre según decían (qué bonito el sesgo subjetivo) en su centro los veían como bichos raros y no encontraban su lugar. Y así se generó un entramado de gente que pensaban igual que ellos. Los raros, los borrachos y los que creen en determinadas religiones, siempre se acaban juntando.

El PLE, muy relacionado con lo anterior, consistía en un supuesto entorno de aprendizaje personal que, gracias a las redes, permitía que uno pudiera conformar unas relaciones que le permitieran aprender. Me repito, el PLE y el claustro virtual son solo un grupo de personas, normalmente docentes de profesión o relacionadas con la educación, que se retroalimentan en sus miserias e ideologías. Hoy ese PLE, que en principio había de ser diverso (nunca lo fue y siempre fue un reducto donde los que tenían problemas de sociabilización educativa se encontraban -en su momento yo también participe en el hype-) se ha convertido en una cámara de eco donde uno solo escucha a los suyos o lo que quiere oír. Y además, en función de su inteligencia, publica algún tuit irónico a favor de unos u otros, potenciando el guerracivilismo educativo 2.0 o, simplemente, menciona a toda su jauría para ir contra los que no opinan como él.

Por suerte, como el sentido común dicta, el día a día en los centros educativos nada tiene que ver con los debates educativos de bajura en Twitter ni con la matraca, que unos y otros, dan a ciertas cosas. A ver, Twitter es solo para pasar el rato, salvo algunos que se lo toman en serio, otros que lo usan como plataforma para que les contraten para ciertas cosas o para vender libros e, incluso conozco gente que se ha sacado la plaza de titular de Universidad por hacerles masturbaciones 2.0 a los que después tuvo en el tribunal que le dio esa plaza.

Si uno no suelta la carcajada después de ver ciertos debates educativos en Twitter tiene un problema. Defender ciertas cosas solo puede ser producto de indigentes intelectuales. Recordemos que en docencia, al igual que en cualquier otra profesión, hay gente que jamás ha cogido un libro o algunos, más peligrosos aún, que solo leen los libros que dicen lo que ellos quieren oír. Es como quedarse con la Biblia sin pasar por el Corán. O quedarse con lo que dicen los amiguetes tuiteros de la nueva ley educativa sin habérsela leído. O, incluso, con el titular de una noticia que publica un medio afín a su ideología. Ya no digamos aquellos que interpretan lo que les da la gana de todo lo que leen. Y todo ese totum revolutum está en Twitter. También en Facebook, aunque por ahí me paso bastante menos y solo para reírme de algunos grupos, plagados de docentes, donde se cometen más faltas de ortografía por línea que cualquier alumno de tercero de Primaria, mientras se defienden ciertas cosas muy surrealistas. No estoy exagerando.

Todos los que están/estamos en Twitter no pintan/pintamos nada para la educación. Voy a ir más lejos. Un docente de aula, por mucho boato que se le dé, tiene un efecto positivo residual en el futuro de cualquiera de sus alumnos. Vale más una decisión que se toma en un despacho que lo que puedan hacer cientos de docentes en sus aulas. Ya no digamos lo que importa lo que se diga en Twitter, el decirle a la nueva Ministra que baje las ratios (me imagino las carcajadas en su despacho, con todo el marrón que tienen las administraciones educativas con los fondos europeos) o, simplemente, las batallitas que algunos se montan porque creen que sirven de algo.

Las redes sociales son una barra de bar en la que, al final, uno es incapaz de ver un fuera de juego claro de su equipo. Y creerse que es algo diferente, aparte de estúpido es una manera de generar frustración. Hay mucho frustrado de su vida en las redes sociales. Hay mucho necesitado de amigos virtuales. Hay mucho necesitado de una palmadita en la espalda y de buscar esos amigos que jamás ha encontrado fuera de las redes sociales. Por eso su vida gira entorno a la misma, en las jornadas de formación que imparten los suyos en un sentido que le motiva o, simplemente, leyendo en exclusiva su Mein Kampf particular.

A ver qué artículo publican hoy los medios acerca de temas educativos. A ver si toca hoy a los falangistas alabarlo y a los trotskistas criticarlo, llamando a sus huestes enfervorecidas. O, a lo mejor, sucede al revés. Quién sabe. Veremos…

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2 comentarios

  1. Sin ser tan duro, Jordi, me parece que el PLE es un concepto, un marco para entender una realidad.

    Lo del “claustro virtual”… siempre he defendido que está muy bien entenderse en él, pero que no que hay que obviarl el “claustro presencial”. No porque aquél sea deficitario respecto al presencial, sino porque el día a día se desarrolla en ese contexto en el que hay, por lo general, distintos puntos de vista, distintas culturas… sobre lo que es la educación.

    Los sitios de redes sociales… pues eso. Como la plaza y las tascas de “toda la vida”. Con un poco más de eco, según de quién se trate (porque hay quien predica en el desierto).

    1. En un bar al menos te tomas algo. Bueno, también lo hacemos algunos mientras tuiteamos y además nadie nos ve si lo hacemos en ropa interior (o sin ella). El concepto de PLE no es lo que cuestiono. Entro a cuestionar el eco de un contexto sesgado de inputs.

      Por cierto, toda la razón en que las cosas se arreglan en el claustro presencial y en los departamentos. Es que es de cajón. En Twitter desarreglamos. Bueno, tampoco importa lo que digamos ahí. Ahorramos en psicólogos. 😉

      Un abrazo.

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