Va, antes del artículo de hoy os pongo en antecedentes. Llevo desde ayer mirando como un poseso y analizando todas las opiniones de las freidoras de aire. Sí, ese producto maravilloso que, por lo visto, es la panacea del comer sano. Y me encuentro, naufragando por internet, con cientos de webs en las que realizan clasificaciones de los diferentes modelos con ordenaciones muy diversas. Bueno, no solo eso. También he rebuscado en esa página tan maravillosa, en la que todo el mundo debe de comprarlo todo, hay miles de valoraciones de esos modelos mediante comentarios y número de estrellas coloreadas.
Pues bien, lo anterior me lleva a pensar en otros ámbitos. Sí, también en el educativo. Ámbito en el que puedes encontrar opiniones tan diversas como cada uno de los opinadores. Tantas opiniones como docentes. Tantas opiniones como alumnado. Tantas opiniones como familias. Tantas opiniones como aquel que forma parte de la sociedad, tenga o no ningún tipo de relación actual con la educación. Algo que obliga a aplicar el principio de precaución. Especialmente en un contexto plagado de torres de marfil y trazos gruesos.
Es muy complicado renunciar a las ideas preconcebidas de uno. Ya se ha visto en los últimos conflictos que, curiosamente, (casi) nadie es capaz de bajarse del carro por muchas pruebas que le digan que está equivocado. Es harto difícil intentar reconectar con la realidad cuando estás aislado o solo convives con personas que piensan igual que tú. Especialmente si consideras que la única visión es la que tienes. Algo que, por desgracia, nos acaba sucediendo a todos por miedo o protección de nuestras ideas. Reconozcámoslo. Es muy difícil bajarse de esa torre de marfil. Es harto complejo el decir «me he equivocado», asumiendo en realidad ese error. Y ya no entro en lo de pedir disculpas porque, lamentablemente, equivocarse uno tiene efectos siempre sobre terceras personas. E insisto, porque hoy no escribo solo de educación, en todos los ámbitos de la vida.
Cuando usamos la expresión «todos». Cuando hacemos generalizaciones. Cuando intentamos poner límites que, curiosamente siempre acabamos cruzando cuando nos interesa. Cuando buscamos amigos o enemigos. Cuando… en realidad lo que estamos diciendo es que, al final, todo es cuestión de trazos. Gruesos. Muy gruesos.
Me cansa la posesión de verdades absolutas. Me cansa la necesidad de recordar continuamente que las opiniones distan mucho de ser certezas. Me cansa la necesidad (¡sí, también desde mi torre, más de cristal que de marfil!) de odiar por el simple hecho de pensar diferente. El odio solo genera más odio. La violencia solo genera más violencia. Lo absurdo solo genera cosas cada vez más absurdas. Y la vida, que al final es lo único que nos une a todos, acaba siendo algo que parece producto de dimensiones paralelas.
No sé si me he explicado bien. Estoy convaleciente. Escribir me va muy bien como hobby. Creo que ayudará a que mejore. Es solo una parte. Por ahora, triada de libros, series y ordenador. En nada primeros pasos en la calle. Viendo el cielo que unos verán gris y otros veremos azul brillante.
Un abrazo a todos los que me estáis deseando lo mejor y una pronta recuperación. Eso sí, dadme unos días para que coja el tono, empiece a volver a otear desde mi torre de cristal, opine y establezca algún trazo grueso que otro.
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