Por motivos variopintos ya no estoy publicando a primera hora de la mañana. No es porque no esté despierto. Lo estoy. El problema es que no sé si la inspiración matutina se ha difuminado con el calor y mi situación personal o, simplemente, nunca ha estado y era solo un trampantojo que hacía que mis dedos se movieran siguiendo un determinado ritmo marcado por terceros. Supongo que acabaré volviendo a escribir por la mañana. O quizás no. Quién sabe.
Además, también os habréis dado cuenta de que llevo muchos meses intercalando cuestiones más amplias, más allá de las puramente educativas. Creo que es una deriva que llevo tomando en este blog desde el verano pasado. Supongo que es por haberme hecho mayor, aunque sobradamente atractivo. O quizás, simplemente, sea porque hay fases de la vida de uno que te llevan a escribir acerca de algo o de una determinada manera. Es inevitable. Especialmente si, a diferencia de algunos, no tiramos de esa inteligencia artificial que, sobradamente alimentada de datos, con algoritmos muy potentes en su interior, hacen parecer creativo al primo de Zumosol. No, no me pagan los de la empresa. Por cierto, cuando acabe el post de hoy me pondré a buscar en mi buscador favorito si todavía existe esa empresa o producto.
Nada. Ya me he ido, de nuevo, por las ramas. Es lo que tiene sentarme delante del ordenador y aporrear el teclado. Que escribo sin saber qué estoy escribiendo. O, sabiéndolo. Algo que, quizás, sea bastante peor.
Hoy me gustaría reflexionar acerca de las personas. No tiene nada que ver con temas educativos. Bueno, si trabajáis en cosas relacionadas con la educación, sí que tiene que ver con las personas que, a nivel laboral, os rodean. Pero, más allá de la especificidad que podáis encontrar en el asunto, a mí me interesa hablar del concepto de «conocer a la gente». Y conocer a la gente es algo muy importante. Muy importante porque permite tener tu propia opinión de las personas. Porque te permite, en caso de que las referencias de alguien sean muy buenas o muy malas, saber realmente si es alguien que te aporta algo. Es que, como siempre digo, es más importante conocer a la persona que al personaje. Más importante saber quién está tras este blog que el personaje que emana del mismo. Más importante conocer a alguien que está detrás de las publicaciones de las redes sociales que quedarse con sus publicaciones. Se ven las cosas diferentes. Y siempre conviene dar una oportunidad a la persona más allá de cómo nos la han vendido o cómo hemos creído, sin conocerla realmente, que es. Algo que para mí es muy importante. Muy importante por muchos motivos que no vienen al caso.
Juzgad a las personas por lo que hacen. Juzgad a las personas por lo que son. Hablad con ellas. Intentad, como mínimo, dar una oportunidad a la gente. La inmensa mayoría de personas os sorprenderán. Y siempre, al menos en mi caso, ha sido para bien. Bueno, casi siempre pero, a pesar de casos aislados, me he llevado siempre mucho más de lo que me hubiera llevado si no hubiera intentado conocerlas.
Sé lo que quería decir hoy. Tengo claro el contexto personal que hace que esté escribiendo esto a estas alturas de mi vida. Podría haberlo escrito hace un año. Seguro que sí. Eso sí, lo he escrito hoy porque, por suerte, sigue habiendo personas que me sorprenden para bien. Y espero que, por mi parte, también las haya podido sorprender un poco en ese sentido. Y si no ha sido así, espero como mínimo que hablen conmigo y me intenten conocer.
Disfrutad del finde que empieza. Y aprovechaos, tanto de la gente que ya tenéis a vuestro lado como de esas personas a las que, si dais una oportunidad, a lo mejor también acaban formando parte de vuestra vida. Una vida que siempre es mejor con muchos que estando solo, por mucha torre de marfil que uno se haya construido.
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