Cuestiones a abordar con urgencia en educación

En el estado actual de la Educación en nuestro país hay algunas cuestiones que nos vemos impelidos a abordar con urgencia. Cuestiones que, por determinados motivos, conviene delimitar de una vez y dejarnos de jugar a buenos o malos en función de los posicionamientos personales o ideológicos que tomemos. No, no es algo baladí el considerar que, en una situación anómala en muchos aspectos, debamos tomar partido y decidir, quienes pueden hacerlo y esperemos que escuchadas las partes, ciertas pautas de trabajo que van a afectar a nuestra sociedad.

Conviene, en primer lugar, definir qué entendemos por Educación y quiénes van a ser los que presten dicha función. En un país donde existen tres tipos de formatos de prestación y otro que, poco a poco, se está postulando con fuerza para ser reconocido legalmente, tenemos que decidir qué vamos a hacer. ¿Debemos seguir manteniendo los tres formatos de centros educativos (público, concertado y privado)? ¿Debemos añadir el homeschooling y validar su existencia? ¿Debemos optar por eliminar los conciertos educativos? ¿Debemos hacer desaparecer la oferta pública y ofrecer a las familias un cheque escolar que permita, dentro de las posibilidades económicas de las mismas, facilitar la elección de centro y obligar a que sólo existan empresas que ofrezcan el servicio? ¿Hasta qué punto debemos subvencionar la posibilidad de que centros educativos se creen por parte de familias, empresas u organizaciones? ¿Debemos sustituir el servicio público por un servicio mixto? Sí, son cuestiones muy importantes y que deben decidirse. La decisión que se tome en este aspecto será crucial para delimitar el tipo de Educación que queremos y cómo queremos que se preste. Eso sí, sin olvidar quién va a prestar ese servicio en caso de seguir manteniéndolo por parte de la administración pública. ¿El Estado, las Autonomías, los Ayuntamientos?

Relacionado con lo anterior, conviene también solucionar determinadas disfunciones del personal que presta sus servicios como docente. Conviene establecer un marco único de regulación del profesorado. No tiene ningún sentido que, a día de hoy, haya profesionales con diferente sistema de acceso y que cobren todos del erario público. O establecemos un modelo funcionarial para todos o, eliminamos a los funcionarios o, simplemente, damos potestad a que sean los propios centros los que elijan a sus propios docentes con contratos temporales hasta finalización del contrato (entiéndase finalización del contrato como, en caso de privatización completa del sistema, el momento en que esos centros pierden alumnado y, por tanto, profesorado). Eso sí, lo importante es jugar todos con los mismos criterios. Al menos en el caso de que el salario esté subvencionado con dinero público. Algo que tiene mucho que ver con el sistema de acceso.

¿Qué hacemos con el sistema de acceso? ¿Mantenemos una oposición para todos los docentes que quieran entrar a trabajar en centros financiados en parte con dinero público? ¿Eliminamos la misma creando una carrera para docentes y eliminando a los especialistas que existen en Secundaria? ¿Obligamos a que sólo determinados alumnos con el mejor expediente de Bachillerato puedan optar a los estudios de Magisterio? ¿Eliminamos Magisterio y creamos una nueva Facultad para integrar a todos los futuros docentes de etapas obligatorias? ¿Qué hacemos con los docentes de Magisterio que nunca han dado clase? ¿Los mantenemos en el cuerpo? ¿Les obligamos a reciclarse en un aula un cierto tiempo? ¿Creamos la doble figura de investigador y docente en las Facultades? ¿Hacemos que las etapas en las que se imparta docencia sean permeables para el docente? ¿Cómo elegimos a los mejores? ¿Lo hacemos, como he dicho antes, por el expediente o por un examen que gestione de forma centralizada un equipo de expertos en Educación? ¿Quién es experto? ¿Cómo definimos esa experticia?

Vamos a seguir tirando del hilo de los docentes… ¿creamos una carrera profesional en condiciones más allá de los trienios y sexenios que se justifican con cursos de formación de dudosa calidad o los años que uno está trabajando? ¿La hacemos horizontal o vertical? ¿Qué requisitos exigimos a los docentes para que puedan ir subiendo tramos? ¿Les hacemos exámenes? ¿Evaluamos sus actuaciones en el aula? ¿Quién lo hace? ¿Qué garantiza que la persona que los evalúa sepa cómo dar clase? Por cierto, ¿qué sentido tiene la Inspección tal y como está formulada más allá de ser un cuerpo burocrático? ¿Eliminamos la Inspección Educativa y creamos un cuerpo de Directores con margen de maniobra cuasi plenipotenciario en los centros? ¿Quién sanciona a esos Directores? ¿Quién controla que no se dejen llevar por cuestiones personales y sólo velen por el buen funcionamiento del centro? ¿Qué sanción debería aplicarse a aquel docente o cargo directivo que incumple sus obligaciones? ¿Se debe establecer un despido libre o debe reconducirse al personal mediante cursos de reciclaje o actualización?

Ya delimitadas las cuestiones acerca de los centros educativos, la oferta del servicio y los profesionales, toca empezar a hablar de la configuración del sistema educativo. ¿Debemos mantener la escolarización obligatoria hasta los dieciséis, rebajarla hasta los catorce o, subirla hasta los dieciocho? ¿Cuál debe ser la tipología de los centros educativos? ¿Debemos seguir manteniendo centros de Infantil y Primaria mientras que, a partir de los doce hasta el final de Bachillerato o FP se van a otros centros? ¿Debemos apostar por el modelo que ofrece la concertada de establecimientos educativos donde los alumnos entran a los tres años y salen a los dieciocho? O, ¿debemos plantear un modelo donde toda la etapa obligatoria se haga en una tipología de centros y la postobligatoria en otros? ¿Creamos centros específicos de Formación Profesional? ¿Añadimos un curso al Bachillerato? ¿Qué hacemos con las Escuelas de Adultos y las EOI? ¿Las integramos en los centros de postobligatoria? Y, por cierto, ¿qué pasa con los ciclos formativos de grado superior? ¿Los integramos en la Universidad? ¿Nos planteamos que dentro de las carreras universitarias haya prácticas que se realicen en esos centros de Formación Profesional que puedan crearse?

Ahora nos embarcamos con los tiempos, currículum y asignaturas. ¿Reducimos horario lectivo? ¿Reducimos número de asignaturas? ¿Planteamos jornada continua o partida? ¿Qué hacemos con las asignaturas y su tratamiento? ¿Creamos nuevas asignaturas transversales en las primeras etapas de escolarización o, simplemente, planteamos seguir con las que tenemos? ¿Cómo integramos el aprendizaje de lenguas extranjeras? ¿Introducimos el bilingüismo o, simplemente dotamos de más horas a esas lenguas? ¿Nos seguimos quedando con el inglés o añadimos otras lenguas? ¿Qué hacemos con la religión? ¿La mantenemos dentro del currículum o, simplemente, la dejamos como una extraescolar más para quien la quiera? ¿En caso de mantenerla dentro del currículum, qué hacemos con el profesorado que la imparte? ¿Le seguimos dejando el procedimiento de contratación a la Iglesia Católica, al imán de turno, al responsable de la singaoga… o, al estar pagados con dinero público, lo asume la administración pertinente? Por cierto, ¿seguimos apostando por asignaturas para mantener la productividad del sistema (iniciativa empresarial y similares) o optamos por un currículum donde se dé una mayor importancia al pensamiento y al humanismo? Por cierto, ¿cómo evaluamos? ¿Qué evaluamos? Bajo qué criterios decidimos que uno supera una determinada materia o competencia. Por cierto, ¿debemos seguir manteniendo el agrupamiento por edades o por capacidad de los chavales? ¿Implantamos módulos que permitan que un alumno pueda estar cursando tercero de Matemáticas y primero de Lengua?

En cuanto a uniformes y segregación por cuestiones de sexo o condición socioeconómica… ¿lo seguimos permitiendo? ¿Debemos homogeneizar los centros educativos en cuanto a porcentaje de alumnos desfavorecidos? ¿Cómo realizamos ese apoyo en las aulas más complejas? ¿Qué hacemos con los ratios? ¿Hacemos agrupamientos homogéneos o heterogéneos? ¿Bajo qué condiciones? ¿Hacemos una homogeneización del alumnado mediante el uso de uniformes escolares?

Tema libros de texto. ¿Qué hacemos? ¿Los subvencionamos y establecemos un programa de reutilización como en muchas Comunidades o, simplemente, los elabora la administración y los reparte a coste de impresión? ¿Los eliminamos por ley? Si los eliminamos, ¿cómo adaptamos el horario de los docentes para que puedan crearse su propio material? Relacionado con lo anterior, ¿qué horario lectivo debe tener el docente? ¿Cuántas horas debe dar clase? ¿Todos los docentes deben dar las mismas horas de clase? ¿Qué recursos van a tener disponibles para realizar su función? ¿Les dotamos a todos con portátil, móvil y conexión a internet en su casa pagada por la administración? ¿Qué pasa con las TIC? ¿Qué formación vamos a dar al profesorado para que la gestione correctamente? ¿Qué hacemos con el INTEF? ¿Centralizamos la formación o la diseñamos centro a centro? ¿Quién la realiza? ¿Debemos facilitar la adquisición de nuevas competencias por parte del profesorado subvencionándoles unos segundos estudios universitarios? A propósito, ¿no deberíamos plantearnos que la Universidad fuera gratuita en primeras matrículas? ¿Qué hacemos con los numerus clausus de determinadas carreras? ¿Debemos permitir que cualquiera pueda ofrecer títulos universitarios? ¿Cómo homologamos lo anterior? ¿Hacemos una prueba final en todos los estudios universitarios que valide la competencia de los profesionales?

Muchas cuestiones a abordar entre las que quedan la incorporación de otros profesionales en los centros educativos (enfermeros, psicólogos y un largo etcétera), cómo gestionamos la evaluación del propio sistema educativo (de los alumnos, profesores y centros) y, cómo no, cuestiones acerca de la permisividad o no del desembarco de empresas dentro de la oferta que pueda darse para los diferentes estudios, equipos tecnológicos o estrategias educativas y, en caso de optar por ello, quién debe ser el que decida bajo qué condiciones.

Eso sí, por favor, antes de empezar a plantear todo lo que, de forma incoherente, he planteado en este post, recomendaría que alguien analizara de forma fiable qué tal estamos y cómo podemos hacer para mejorar. Y después pongámonos manos a la obra porque nos corre mucha prisa decidir en qué sentido vamos a enfocar la Educación en este país. Y no, no me vale el copia y pega de otros países. Ni tampoco me vale la LOMLOE o la LOMLOE II.

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2 comentarios

  1. Bon dia Jordi,
    ayer leí horrorizada que en Catalunya se está pensando una nueva ocurrencia para mitigar el abandono durante el bachillerato. Doy fe de chavales (y no pocos) en primero de la ESO que no saben dividir con más de una cifra en el divisor…pero la solución parece que está siempre en bajar el nivel de los cursos posteriores. Ni que decir tiene de las carencias en las competencias de comunicación escrita u oral o del nivel de atención en la lectura tan bajo como su nivel de tolerancia a la frustración. Qué será de nuestros/as jóvenes en el futuro, con tanto mediocre tomando decisiones, y de nosotr@s.

    1. El problema es que, más allá del “bajar el nivel” (que es un concepto perverso y, en ocasiones, se usa como no toca) es la falta de diseño en un plan de estudios, la evaluación sistémica y la falta de control, que debería llevar a ayudar a todos los participantes en el aprendizaje, a mejorar en su praxis y desempeño profesional (hablo también del alumnado). Un saludo.

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