Aunque, según algunos, no se hagan proyectos en etapas obligatorias o la realización de los mismos sea algo residual, lamentablemente para ellos, la realidad y las evidencias van contra su discurso. Son mayoría los centros educativos de Primaria en los que se trabaja haciendo “proyectitos” y, en Secundaria, hay Comunidades en las que han reducido horas de otras materias para introducir, de forma obligatoria, proyectos bajo múltiples denominaciones, en casi todos los cursos de la ESO. Esta es la realidad. Esto es lo que se lee en la normativa. El problema es que algunos siguen empecinados en vendernos que todavía se estudia la lista de los Reyes Godos, que los docentes usan apuntes amarillentos para dar clase o, simplemente, que se está en contra de la tecnología por estar en contra del uso de los teléfonos móviles. Algo que se vende muy bien y permite, tanto salir en los medios, como sacar jugosos réditos dando cursos de formación, charlas o vendiendo ciertas cosas.

Pero hoy, ya que ayer no pude hacerlo por un cansancio extraño que tengo, después de haberme reincorporado al trabajo (bueno, a otro trabajo al que debo acostumbrarme, por ser nuevo para mí), voy a escribir el artículo que tengo pendiente acerca de la proliferación de “proyectitos” en Primaria. Una proliferación que no tendría una mayor relevancia si no fuera en contra de los aprendizajes más básicos. Bueno, no me he expresado del todo bien. Lo que quiero decir es que, en el ámbito educativo, hacer ciertas cosas implica menos tiempo para hacer otras. Y, en el caso de ciertos proyectos, ceñir todo el horario lectivo a hacer esas cosas que, seguramente si tenéis hijos en la escuela conoceréis (volcanes, civilización egipcia con la realización de pósters o pirámides de plastilina, estrategias para un desarrollo sostenible, debates acerca del medio ambiente, etc.).

Lo anterior no tendría ningún problema si antes de ello el alumnado supiera leer, escribir, comprender y hacer operaciones matemáticas básicas. Hay un horario lectivo especialmente amplio para poder “perder el tiempo” haciendo ciertas cosas de ese estilo. El problema es que, por desgracia, muchos centros, siguiendo planes educativos demenciales, impuestos directa o indirectamente por algunos equipos directivos, optan por poner los aprendizajes básicos como consecuencia de la realización de esos “proyectitos”. Unos “proyectitos” que, por cierto, no se sustentan de ninguna manera a poco que alguien rasque. Es que hasta mi hija está harta de tener más de un tercio de su horario (¡en cuarto de ESO!) de estas, según ella, tonterías que no le sirven de nada. Hay alumnado que ven que les estamos timando. Y no hay derecho.

No se debería hacer nada antes de que el alumnado tuviera esos rudimentos/conocimientos básicos de ciertas cosas. Bueno, no es del todo cierto. Debería potenciarse, además de la adquisición de esos conocimientos, especialmente en las etapas iniciales del aprendizaje, la educación física, las artes plásticas y musicales, etc. Hay muchas horas para hacerlo en el horario lectivo. Siempre, claro está, que se insistiera en los aprendizajes iniciales que les permitirán, aparte de reducir su situación sociofamiliar de partida, poder realizar unos mayores aprendizajes, mucho más complejos, con posterioridad. No creo que esté diciendo nada fuera de lo que debería ser aplicar un poco de sentido común al asunto. Es que, a menos que alguien quiera ignorarlo voluntariamente, todos sabemos que el fracaso escolar y las diferencias que incorpora la situación sociofamiliar de partida, se fragua en el primer caso, o se aumenta en el segundo, si en las etapas iniciales del aprendizaje no hacemos lo que debería hacerse. Es que hay cosas que van antes que otras. Y no pasa nada por no hacer “proyectitos”. No pasa nada por no poder presentar a las familias ese proyecto que, en la inmensa mayoría de ocasiones, ya conocen porque lo han hecho ellas y no sus hijos. No pasa nada por no poder vender que en el centro se trabaja por proyectos.

Lo que deberían vender los centros educativos es que preparan al alumnado, tanto en conocimientos básicos en los colegios como, en caso de institutos, permiten que el alumnado tenga un buen nivel de conocimientos más amplios. Es importante que esos conocimientos, una vez adquiridos, se trasladen a habilidades y permitan que, al final, el alumnado sea lo suficientemente crítico y hábil para ir adquiriendo, conforme pasan los años, más conocimientos por su cuenta. Esa es la clave pero, para eso alguien le tiene que dar los rudimentos para hacerlo. Los conocimientos básicos que algunos tanto detestan. Bueno, los detestan para los hijos de los demás porque, curiosamente, ellos sí que van a tener en casa el apoyo o el dinero para que sus hijos los adquieran fuera de los centros educativos mediante clases particulares. Así es muy cómodo pedir que no hagan nada en Primaria y que el objetivo básico es que sean felices. A sus hijos no les va a afectar ese desfase de aprendizajes porque, entre los libros que tienen en casa, el nivel cultural de la familia o la posibilidad de pagar para conseguir lo que no pueden conseguir en el colegio, ya tienen protegidos a sus hijos del desastre actual.

A mí siempre me ha preocupado el alumnado más vulnerable. Es una pena que, a ciertos adalides de un modelo de innovación kafkiano, que solo permite venderse bien ante quienes, o bien ya tienen un plan B para que sus hijos no se hundan con el mismo, o desconozcan la realidad que subyace tras esos “proyectitos” que se hacen en lugar de aprendizajes básicos, estén perjudicando al alumnado más vulnerable con sus postulados, tanto en las redes como en los medios. Postulados que, por cierto, se han escrito negro sobre blanco en las últimas leyes educativas por parte de Ministras muy progresistas que, curiosamente, envían o han enviado a sus hijos a centros muy tradicionales en los que estos “proyectitos” no tienen cabida.

No es una crítica a hacer proyectos. Es una crítica a un modelo educativo que prioriza ciertas cosas antes de centrarse, tanto en lo que dice la evidencia, como en lo que sería lo mejor para el alumnado. Y repito, en mi caso, podría venderme y defender los “proyectitos”, la aplicación de matemáticas de moda, que lastra el aprendizaje en matemáticas de todo el alumnado o, simplemente, el poner el móvil en el centro del aprendizaje, diciendo que la culpa de que ciertas innovaciones salgan mal es que el profesorado no quiere o no sabe innovar, ya que mi hija tiene un paraguas importante en casa para suplir ciertas cosas. El problema es que a mí me interesa, especialmente, ese alumnado más vulnerable al que se perjudica con todo esto. Alumnado vulnerable que forma parte de la misma sociedad en la que yo vivo y para el que me interesan las mejores oportunidades ya que, egoístamente, si a todo el mundo le va bien, de rebote me irá bien a mí. Alumnado que se merece que no le hundan en la miseria con determinadas prácticas educativas porque ellos y sus familias no tienen las posibilidades que tienen otros.

Muchas gracias a D. por la inspiración para escribir este artículo. Fue un placer charlar contigo.

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