Resulta curioso que posicionarte, según tu manera de entender la educación o lo que digan las evidencias que conoces, te haga pertenecer al bando “de los buenos” o al “bando de los malos”. Me está pasando últimamente, con la manía que tienen algunos de asignarme uno de los bandos anteriores. O de los míos o de los que están contra mí. Solo hace falta comparar la educación, con otro ámbito bastante parecido, como por ejemplo el sanitario. Hay una diferente percepción de la misma noticia (por ejemplo el despido de sanitarios), en función de la ideología del que lo esté comentando. Cuando lo importante es que unos y otros están despidiendo sanitarios. Pero para algunos que lo hagan en una Comunidad gobernada por unos es bien o merece ignorarse, mientras que en una Comunidad gobernada por otros es lo peor. Y lo que debería importar es que se están despidiendo sanitarios, que hay centros sanitarios cerrados, que no te atienden y que se está muriendo mucha gente por retrasos en pruebas y tratamientos.

Hoy voy a hablar del interés que tienen algunos en hacer bandos educativos. Bandos que, por cierto, no surgen casi nunca de la comunidad docente (con algunas batallitas antaño, como mucho en pequeño comité). Bandos que se crean e incentivan por parte de ciertas decisiones de la administración, ciertas mediatizaciones interesadas y un poderoso think tank económico que, encubriendo sus intereses bajo premios educativos, innovaciones muy cogidas por los pelos o, potenciando a determinados personajes, tienen mucho interés en esconder sus objetivos bajo enfrentamientos, más o menos “sangrientos” acerca de ciertas concepciones educativas muy maximalistas.

Ahora en la Comunidad Valenciana ha tocado con el tema de los ámbitos. Algo que atenta contra la autonomía de los centros y que no era un debate que se planteara por ningún docente. En los centros educativos, en función de la plantilla, se hacían malabares para poder impartir todas las asignaturas con la mejor calidad posible. Y no pasaba nada si puntualmente, por necesidades del centro o por el hecho de perfiles muy concretos, alguien asumía unas horas de algo en lo que no era especialista. El problema es que algunos querían buscar problemas y tocaba meter por decreto lo anterior. Con lo fácil que hubiera sido dejar hacer a los centros (que cada uno sabe qué necesita y qué le va mejor), devolver el poder a los Claustros y al Consejo Escolar y, dejarse de potenciar la autonomía para seleccionar docentes. Es que es todo mucho más simple.

No, no hay ningún docente de los que conozco que esté en contra de una mayor y mejor coordinación entre los diferentes Departamentos (hablo de Secundaria). No conozco a nadie que esté empeñado en empeorar la educación. No conozco a nadie al que le apetezca imponer o no el uso de libros de texto. No he visto aún a ningún docente al que no le guste hacer las cosas bien en su aula, contar con sus compañeros y disponer de más horas de coordinación. Tampoco he visto a ningún docente que se queje porque le reduzcan las ratios, le mejoren la conectividad de su centro, le renueven los equipos de informática, le hagan un mejor gimnasio y le eliminen burocracia. Es que, al final, no hay problemas en los centros educativos. Salvo los lógicos de ser una profesión en la que se trata con personas y, claro está, todos aquellos que acaban incentivando algunos. Por cierto, uno de los grandes potenciadores del conflicto es la administración, con sus normas, leyes e imposiciones sin sentido. Y ahí empiezan los bandos.

Si algo funciona bien, no lo toques, salvo que sepas que va a funcionar mejor. Si algo no funciona, cámbialo, pero no lo hagas a golpe de improvisación. Si hay cosas del sistema educativo que deban reformularse, se reformulan. Es que es tan simple como eso pero, lamentablemente, desde el momento en que han entrado, aparte de la administración y su ideología (en ocasiones muy personal de algunos que mandan) otros actores muy poco relacionados con la educación, ya tenemos festival. Y nos olvidamos de lo importante. De ese alumnado que necesita aprender.

Llevamos más horas y días hablando de ámbitos que de segregación escolar. No entramos en los problemas sociales de fondo para detenernos en la simple anécdota. Nos enfurecemos con facilidad. Sacamos las garras a la mínima. Y, al final, la casa sin barrer. Nos tienen distraídos. Nos tienen anestesiados. Además, han encontrado la manera de hacerlo: buscar el enfrentamiento. No hay nada mejor que fomentar el enfrentarse y el dividir. El problema, como siempre sucede, es que en docencia, al igual que cualquier otro ámbito de la vida, hay quienes tienen interés en que les digan o hagan tal cosa y otros a los que les gustaría o tienen interés en que les digan otras. Una sola chispa ya hace aflorar esos instintos primarios.

Los bandos educativos no interesan al alumnado, ni a los docentes, ni a las familias,…, ni a la sociedad en su conjunto. Solo les interesa a ciertos políticos, a ciertos personajes que viven de ciertas cosas y a intereses, que distan mucho de ser intereses educativos. Y así nos va. 🙁


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